Dejar la tierra natal no es fácil, muchas migramos por amor, otras en busca de nuevas oportunidades para nosotras mismas y nuestras familias, pero sea cual sea el motivo, hemos tenido la valentía de dejar el nido y emprender ese viaje que no solo implica cruzar fronteras geográficas, sino también culturales y emocionales.
La experiencia migratoria puede ser difícil y dolorosa, pero también puede ser una oportunidad para el aprendizaje y la transformación personal, durante esta travesía hay que enfrentar desafíos como la barrera del idioma, el choque cultural y la incertidumbre sobre el futuro. Sin embargo, no todo es gris y esas dificultades también pueden ser una oportunidad para aprender habilidades de adaptación y resiliencia.
Ser migrante te lleva a una transformación personal profunda de autoconocimiento, descubriendo lo grandiosa que eres, llegando a conocerte tanto que aprendes a amarte más y a darte por fin el valor que mereces. Cuando te reconoces en tu grandeza y en tu valía, es cuando empieza el verdadero goce y disfrute de esta travesía migratoria.
Para mí como latina vivir en Alemania no ha sido fácil y sé que para ti que estás leyendo este artículo tampoco lo ha sido, ya que las barreras de adaptación son altas y cuestan mucho emocionalmente, pero tengo que decir GRACIAS, TRAVESÍA MIGRATORIA, porque me has enseñado el valor de las cosas y sobre todo el valor que me tengo yo como persona, descubrí que sabría hasta el día de hoy.
Me despido con esta frase mujer migrante.
“Viajamos para cambiar, no de lugar, sino de ideas”
Con amor,
Cinthya Alcivar
Consultora de Marketing Digital / Copywriter / Media Buyer y Mentora de Negocios
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