Fotos y texto: Laura Soria @portraetberlinmag
Bajo el cielo azul de una tarde berlinesa, las mujeres se congregan en Bebel Platz, testigo de censura y opresión, donde hace casi 90 años los libros ardieron en llamas. Poco a poco, los susurros se dirigen hacia Unten den Linden, se transforman en un grito y luego en una canción: ¡es 8 de marzo! Y es el 2024.
Con la cámara en mano, me sumerjo en la multitud, dejándome envolver por el torrente de historias que fluyen en el aire, convirtiéndose en un canto que se extiende como una ola rebelde sobre la ciudad.
Más que capturar imágenes, busco atrapar el alma misma de la protesta, pero también la esencia de la esperanza y el clamor por la justicia. Entre la multitud, las voces de mujeres latinoamericanas e hispanohablantes resuenan como mares furiosos, cargados de fuerza y resistencia.
Mi índice y el obturador se sincronizan con el latido de los tambores, uniéndose al coro de exigencia, un eco que trasciende fronteras y tiempos. En Berlín, las mujeres migrantes se convierten en guardianas de brazos largos, manteniendo prendida la esperanza de aquellas a las que les rompieron los sueños o les cobraron la vida.
Las mujeres aquí se convierten en llamas en la oscuridad, señalando e iluminando la discriminación y el feminicidio. Pero también son semillas de cambio, plantadas en tierra ajena, arraigadas en la lucha común por un mundo más justo, más inclusivo.
Detrás de cada rostro, hay una narrativa de dolor propio o ajeno, de tenacidad, de expectativas. Estas mujeres no solo levantan sus voces por sí mismas, sino por todas aquellas que ya no pueden o nunca pudieron hacerlo.
Estas mujeres son testigos vivientes de la fuerza del amor propio y la sororidad en la migración. En cada imagen, se vislumbra un instante de unión, de fuerza colectiva, de hermandad, en un 8 de marzo alrededor de las 3 de la tarde, o tal vez ya las 4 o las 5, cuando la noción del tiempo se desvanece.
Aquí están los relatos de un movimiento que palpita con la energía de cientos de corazones entrelazados en un mismo ritmo. Esas mujeres somos nosotras marchando sin miedo y cantando a todo pulmón.
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