Hola, mi nombre es Gabriela, mi heterónimo es Arabella Franco, quizás todo surgió porque me encanta leer a Fernando Pessoa, pero de alguna manera también porque siempre me gusto contar mi historia a través de la persona que consideré algún día quisiera y podría llegar a ser.
Hace 7 meses comencé mi vida en Alemania y con ello, también una nueva etapa como esposa. Un año atrás estaba cerrando mi ciclo de aprendizaje y vida en Colombia y cuatro años atrás estaba planeando dejar mi mundo como lo conocía y habia establecido en mi querida patria: Honduras, para saltar al otro lado del miedo y cumplir mi sueño de estudiar Gastronomía en otro país.
A veces considero extraño como es posible que mi estación favorita sea otoño si nunca la he presenciado más allá que por medio de las descripciones en libros y poesía o lo que he visto en televisión. Pero es el encanto de la ilusión, los anhelos y la imaginación; porque de alguna manera el romantizar la idea de lo desconocido nos enamora de lo aún no vivido, a continuar esa búsqueda de la felicidad.
Otoño, que llenas las calles de un hermoso color naranja terral, me recuerda de ese olvidado asombro de estar vivos, me recuerda de lo etéreo, lo real y lo hermoso de la muerte; y es que si algo he aprendido en mis más recientes años de vida es, cómo bien lo ha dicho Mario Mendoza, escritor colombiano, "la importancia de morir a tiempo". Estimada Lectora, no se asuste ni lo tome en su acepción más literal, sino en su significado más romántico; los seres humanos morimos muchas veces a lo largo de nuestras vidas. dejamos morir versiones pasadas de nuestro ser, esas versiones que nos hemos cansado de ser, que ya no sirven nuestros propósitos, que no se adaptan a nuestras nuevas realidades, para conseguir ser quienes realmente anhelamos ser. Hay duelos de los que ni nos hemos enterado, hay otros que nos han hecho sentir aliviados, y otros más dolorosos que aún seguimos llorando.
En lo personal, creo que he sido consciente de al menos tres otoños en mi vida, ninguno igual que otro. Y uno que continúo atravesando. Cuando realicé mi sueño de estudiar Gastronomía en Colombia, descubrí una ciudad maravillosa, una cálida familia, amigos que perduran hoy a pesar de la distancia, pero sobre todo, descubrí una versión de mi de la que me enamoré, un "yo" que era muy compatible con las cualidades que había imaginado en Arabella: inteligente, fuerte, capaz, independiente, creativa, persuasiva, motivada, comprometida, arriesgada, LIBRE. Sentí por fin lo que se sentía ser todo aquello que había imaginado ser y que existía sólo en mi cabeza y me hacía creer que no había barreras más allá de las que yo creía que existían y en verdad no creía que hubieran muchas, o al menos me sentía muy capaz de sortearlas y sin necesidad de alguien más, a pesar de que no estaba sola.
Al terminar esa etapa en Colombia, estaba con los preparativos de mi boda y mi posterior traslado a Alemania. Pero lejos de estar sólo emocionada, me sentía también triste y desesperanzada, y peor aún, me sentía muy culpable porque todos me cuestionaban que si era por no estar segura de dar ese paso o siquiera de estar enamorada. La realidad es que estaba en duelo, de sentir que esa persona fuerte y segura en la que me había convertido, estaba a punto de morir, que nuevamente tenía que empezar de cero, en otro país, ahora a más de nueve mil kilómetros de distancia de casa, 8 horas de diferencia horaria de mi familia, con un idioma desconocido, en una cultura nueva y no quería admitirlo, pero eso me aterraba, me sentía vulnerable y frágil de nuevo.
Llegué a Alemania en Febrero de este año, y cómo pasa para muchos al inicio, la bienvenida no fue la más cálida, el frio te abraza desde la salida del aeropuerto, las nubes grises en sintonía con el ánimo triste, el ensordecedor silencio de sus calles, la interminable espera de respuestas por parte de la rígida burocracia, sentirse ciego, sordo y mudo afuera de llas cuatro paredes de casa y la aplastante soledad.... Pero llegó septiembre y con él un hermoso regalo, un libro: "El Encanto de la Vida Sencilla." Es un libro de reflexiones y meditaciones diarias, pero para mi no es coincidencia que llegara a mi en Septiembre. Mi tía es la persona que me introdujo al mundo de la lectura por placer, y es alguien que siempre sabe que decirme en el momento que más lo necesito, y esta fue precisamente su forma de recordarme que siempre hay "septiembres".
Por eso estimada lectora, que tal vez en algún momento te has sentido triste, sola desesperanzada o extrañando a un viejo "yo", te recuerdo la belleza de los otoños, la fuerza de las palabras y que nada ni nadie se robe tu "septiembre".
Te comparto lo que yo recibí y leí el 1 de septiembre:
" El otoño...nos pide que nos preparemos para el futuro, que seamos sabios a la hora de recoger y guardar. Pero también nos pide que aprendamos a dejarnos llevar por la belleza de la escasez." Bonaro W. Overstreet
"La canción de septiembre es una cadencia de dos piezas en la que la alegre serenata veraniega concluye para dar inicio a una melodía más grave. Durante ocho meses, hemos arado y sembrado en nuestras vidas las conmovedoras semillas de la gratitud, la simplicidad, el orden y la armonía. Ahora, una auténtica cosecha de felicidad está lista para su recolección y el quinto principio del encanto de la vida sencilla- la belleza- nos exhorta a participar de su exuberancia. Disponte a recoger la abundante cosecha que el amor ha sembrado."
Disfruté de mi hermoso verano en Colombia, y lloraba porque había terminado, pero ahora me doy cuenta que estoy agradecida por todo el amor que sembré y hoy cosecho, que todo lo aprendido será cimiento para lo que está por construirse y ahora me emociona pensar en los veranos que vienen en Alemania y en las nuevas versiones de mi que van a aflorar.
Con amor,
Arabella Franco.
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